En el momento en
que se deja de elegir, o por lo menos reflexionar sobre algo, se vuelve
costumbre. Pierde el peso de la elección, pierde el verdadero valor, carece de
sentido. Al mismo tiempo, todo aquello que está avalado por la elección es algo
genuino, fuera del carácter corriente o cotidiano que pueda llegar a tener.
Si fuera tan
amable, querido lector, me gustaría que hagamos un ejercicio. Colóquese en una
esquina (si es en una zona céntrica, mi punto será mejor ilustrado), y observe
durante 5 o 10 minutos la gente que transita por delante suyo. Si presta
atención, podrá ver un elemento recurrente: rutina. Rutina que se vuelve caras
preocupadas, taxis, paraguas, zapatos oscuros, diario bajo el brazo, se vuelve
oficina, jefe y trabajo de 8 a
20 hs. Elementos que uno no puede evitar preguntarse si surgen por una
verdadera elección de cada persona o simplemente por una costumbre que dejó de
ser evaluada hace generaciones.
“…no había sido un día radiante, de placer y ventura,
sino simplemente uno de estos días como tienen que ser, por lo visto, para mí
desde hace mucho tiempo los corrientes y normales; días mesuradamente
agradables, absolutamente llevaderos, pasables y tibios, de un señor
descontento y de cierta edad; días sin dolores especiales, sin preocupaciones
especiales, sin verdadero desaliento y sin desesperanza…”
Es así, uno
contempla caras y ve felicidad en muchas personas. O por lo menos ve falta de
infelicidad, eso ya es bastante. Muchas veces evalúo la idea de que sería mucho
más fácil y satisfactorio el simple hecho de vivir por vivir, de que la única
preocupación sea el próximo programa en la televisión, el cual me saque una
sonrisa intrascendente por un rato y me deje en blanco hasta la próxima
propaganda.
Es decir, ¿con qué
fin escribir todo esto?, si seguramente no llegue a ninguna conclusión importante
ni demasiado iluminada. Apenas levante los ojos del texto, tanto quien escribe
como quien lee seguirá su vida de forma normal, como si nunca hubiera posado
sus ojos acá. ¿Para qué hacerse problema con este texto o con cualquier otro,
para qué leer pensamientos divagantes de autores que utilizan palabras
rebuscadas y que no llegan a conclusiones muy seguido, cuando podría estar
comprando ropa, comiendo una cajita feliz o simplemente mirando el techo?
“Ahora bien, conmigo se da el caso, por desgracia, de que
yo no soporto con facilidad precisamente esta semisatisfacción, que al poco
tiempo me resulta intolerablemente odiosa y repugnante, y tengo que refugiarme
desesperado en otras temperaturas, a ser posible por la senda de los placeres y
también por necesidad por el camino de los dolores.”
Y ahí es cuando uno
lo entiende.
Entiende lo enfermo
que subyace en lo normal y lo necesario que subyace en lo incorrecto, lo impropio,
lo inadecuado. ¿Con qué fin acumular días casi sin diferencias, hasta qué punto
se puede controlar el rechazo a lo mediocre?
Vivir por vivir,
si, pero no para mantenerse en lo mismo, conservar un solo eje, sino para
multiplicarlo y llevar cada uno de ellos al límite.
El hombre, como
tal, naturalmente tiene una cierta necesidad de hallar lo perverso, lo
violento; disfruta en parte de ese dolor que indica que hace mucho que algo no
anda bien porque sabe que es una ventana hacia algo prohibido, no aceptado,
algo que obligadamente saca de la letanía de los días repetidos e iguales.
Pero nada es tan
simple ni tan plano.
Hagamos un segundo
ejercicio: tome conciencia de usted mismo, y, por un instante, finja que es
otra persona. Contémplese desde afuera, mire su ropa, sus zapatos, sus gestos,
su postura. Ahora, yendo un poco mas allá, contemple sus pensamientos, déjelos fluir.
La parte más importante del ejercicio: no reprima nada.
Probablemente,
pasen por su cabeza más cosas de las que cree que deberían pasar.
“Pues, a nuestro lobo estepario le ocurría, como a todos
los seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento, vivía naturalmente unas
veces como lobo, otras como hombre; pero que cuando era lobo, el hombre en su
interior estaba siempre en acecho, observando, enjuiciando y criticando, y en
las épocas en que era hombre, el lobo hacía otro tanto.”
La eterna lucha del
hombre. Es el lobo estepario de Hesse, en este caso, pero no es algo que surja
con él. Es uno de los conflictos más grandes y más conocidos, es lo que define
al humano como tal. Si bien somos un conjunto de facetas donde es imposible
determinar orígenes o justificaciones para cada uno de nuestros actos o
pensamientos, para nuestra forma de ser, se pueden ver, a grandes rasgos, dos
grandes sectores: lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, el humano y
la bestia. Hay muchas tonalidades de grises, el humano y la bestia conviven
confortablemente en uno la mayor parte del tiempo, pero eso no niega los
extremos, los límites, el blanco y el negro.
“De esta manera reconocía y afirmaba siempre
con una mitad de su ser y de su actividad,
lo que con la otra mitad negaba y combatía”
¿Qué se puede hacer
al respecto? Si uno se encuentra, en este momento, ya sea escribiendo o leyendo
esto, no se puede negar una búsqueda que, si bien es algo así como una
bendición que nos separa del animal, también es el castigo que nos amarra, que
siempre está juzgando y recordando los límites. Y esta fuerte presencia del
hombre es lo que confirma y fortalece a la bestia. El hombre vive para la
bestia y la bestia para el hombre, los extremos siempre terminan siendo
funcionales. El punto es cómo hacer para vivir dentro de un entorno que genera
alienación en uno, donde una parte de sí acepta las reglas del juego, pero la
otra parte la rechaza completamente. Cómo hacer para no sentirse tan ajeno al
mundo cuando la bestia se vuelve a despertar.
“Y, en
efecto, si el mundo tiene razón, si esta
música de los cafés, estas diversiones en masa, estos hombres americanos
contentos con tan poco tienen razón, entonces soy yo el que no la tiene,
entonces es verdad que estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario
que tantas veces me he llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es
extraño e incomprensible, que ya no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni
su alimento.”