Ne me quitte pas

Tan ahí, con tus ideas tuyas tan tuyas, cuando realmente me siento tan alejada, tan obtusa; jamás podría reconocerme ahí porque, bueno, por lo menos crees en cosas. Como los chicos. Caprichosos-cuando-no-tienen-razón. Y hablo de los dos eh, los dos tenemos este problema de no querer ceder. Nunca soy yo, sin embargo, quien cede. (Le siento, a veces, una similitud con alguna de esas mujeres de barrio, gritonas, ruidosas, todo ofende su honor, si pueden pasar y golpearte con el hombro, felices.) Y yo acá.
Quiero lugar, no quiero verte a cada segundo, nunca me gustó pero tengo estos atisbos de mujer independiente, como si fuera poseída por una de esas madrazas negras de antaño, con sus caderas anchas y sus pañuelos en la cabeza. Y no lo veo mal eh, sólo que no lo conozco, es nuevo, no se cuánto se puede mantener.
Trato de hacerme un collage, la peor imagen juntando pedacitos que detesto: tus compañías indeseadas, escucharte gritar en el colectivo contándome de algún jueguito o vaya a saber qué y yo tengo que abrir la ventana porque tu aliento me ahoga y querés besarme y a mi me asquea, mais non!
Ne me quitte pas, ne me quitte pas, ne me quitte pas.

Subo al 47 para llegar a Chacarita, no se por qué pero los días en que hay sol desearía que viaje para siempre, subo y me siento en el fondo, y llega el reflejo del sol en el resto de la gente: dos señoras con perlas hablando de gatos (porque ser menos que un prototipo está MAL), gente joven, en el primer asiento un señor calvo que va repiqueteando los dedos sobre el caño, una chica que mira con cara fruncida hacia todos lados. Llegamos finalmente al geriátrico, calles anchas, verde, sol, y luego al psiquiátrico, con sus dibujos tan surrealistas (no entiendo muy bien eso de poner dibujos incoherentes fuera de un hospital mental, es decir, es la mejor idea que al salir alguien que ha sido "rehabilitado" halle estos dibujos?).
El geriátrico, el psiquiátrico y luego el cementerio, como esas paradas ineludibles del fin de la vida -o el comienzo de vaya a saber qué.
Y el sol. El señor repiquetea los dedos aún, yo tengo fija la imagen ante los ojos de tu cara. Pero me bajo igual. Siento el sol en la espalda, comienzo a caminar hacia la escalera que me lleva a lo oscuro, a ese lugar sin aire, sin luz, sin este sol, y me arrastro bajo tierra. Camino. Y te extraño.



Noviembre, 2014







Creo que realmente deberia alejarme
hacer un corte seco y preciso
antes que termine de absorberme.

Aprender el abandono es un arte.

Se que hay mas,
igual de justos
igual de indiferentes,
la ciudad se llena de esqueletos
con las primeras luces artificiales

y hay quien no despierta al salir de las tinieblas
y
no
es
mas
que
eso.

Algunos hombres ofrecen despedidas mas interesantes.
Hay suspiros, y piel, y vertigo.
Hay un vertigo que nunca decanta
y hay necesidades que nunca cesan.

Pero la ciudad es grande,
veo las primeras luces
y se que es hora de alejarme.

Sensación






Con que así estamos:
dos gotitas de vino, una palmadita en la cabeza,
abrigate bien los pies
y a dormir enseguida que mañana hay que salir de casa con las primeras luces.

Todo es superficial,
pasa y te saluda de lejos con apenas un movimiento,
como a un viejo conocido.

Caminan a mi lado y vuelven a encontrarme gris,
y no me pregunten por qué miro hacia otro lado al primer roce.
Todo es superficial,
estuve manteniéndome a flote bastante tiempo
antes de que se aparezcan con sus coronas y medallas de honor.
Me dicen que el problema está en mi cabeza.
Bueno, en mi cabeza está también el pan que devoran a la mañana,
sus zapatos nuevos, el hambre en el mundo y toda sensación.

No se preocupen, acá ya queda poco por intentar,
los trenes ya no me esperan porque van a ningún lado
y en el mapa sólo aparece un hueco,
pero realmente sé a dónde dirigir la mirada en pendientes tan pronunciadas
y si bien no sé el final, no soy yo quien avanza,
sino que son los días los que eligen desprenderse detrás de mí,
y si bien soy yo quien los entierra,
ustedes me dieron la tierra,
y la culpa,
y ahora se quejan.

Todo es epidérmico. Y a dormir que mañana madrugamos.

I





Nací en silencio,
con pantallas elevándose y cubriendo la linfa,
crecí entre paredes de eternos ladrillos
con muecas de indignación y vacío.
Anduve por senderos desviados, caminos de tierra,
sonroje crucifijos con mi pasar inadecuado.
Me llevaron, estos viajes, a despreciar mi carne,
sentirme indigna de la piel y del fuego que arremeten en la garganta.
Corte, hundí, desgarre,
y decidí esperar el tiempo de cosecha.
Los frutos, dentro, trajeron melodías nuevas.
Oscuras, si, pero carne de mi carne.
Y no más silencio, no más indignación,
tan sólo un hueco.
No necesito tomar más pastillas,
ya no queda nada.

Luego,
esto,
el placer de hablar por otras voces,
la gente y su vida frente a mí,
inmóvil.

II





No entiendo de causas ni placeres ni dolores.

Los eternos sueños de un bosque y mil primaveras
y de una calida brisa pincelando mi espalda
dejaron este pozo en mi vientre y mi pecho.

No hay nada adentro.

En mi piel,
la triste espera
de aquel que solo puede apreciar lo bello
una vez que lo destruye por completo.
Entre tus pies, la idea de que el tiempo todo lo cura.

Ahora puedo aprovechar los restos,
cortar mi piel para inventar colores adentro,
quebrarme las piernas para permanecer en un lugar,
sacarme los ojos para ver cómo me acurrucas en tu pecho.

Solo me queda entregarme a las profundidades
e ir pudriéndome aún más rápido,
o aclarar mi vista
y tratar de vivir bajo una luz más bondadosa,
tan solo yacer, y esperar.

El lobo estepario


En el momento en que se deja de elegir, o por lo menos reflexionar sobre algo, se vuelve costumbre. Pierde el peso de la elección, pierde el verdadero valor, carece de sentido. Al mismo tiempo, todo aquello que está avalado por la elección es algo genuino, fuera del carácter corriente o cotidiano que pueda llegar a tener.
Si fuera tan amable, querido lector, me gustaría que hagamos un ejercicio. Colóquese en una esquina (si es en una zona céntrica, mi punto será mejor ilustrado), y observe durante 5 o 10 minutos la gente que transita por delante suyo. Si presta atención, podrá ver un elemento recurrente: rutina. Rutina que se vuelve caras preocupadas, taxis, paraguas, zapatos oscuros, diario bajo el brazo, se vuelve oficina, jefe y trabajo de 8 a 20 hs. Elementos que uno no puede evitar preguntarse si surgen por una verdadera elección de cada persona o simplemente por una costumbre que dejó de ser evaluada hace generaciones.

“…no había sido un día radiante, de placer y ventura, sino simplemente uno de estos días como tienen que ser, por lo visto, para mí desde hace mucho tiempo los corrientes y normales; días mesuradamente agradables, absolutamente llevaderos, pasables y tibios, de un señor descontento y de cierta edad; días sin dolores especiales, sin preocupaciones especiales, sin verdadero desaliento y sin desesperanza…”

Es así, uno contempla caras y ve felicidad en muchas personas. O por lo menos ve falta de infelicidad, eso ya es bastante. Muchas veces evalúo la idea de que sería mucho más fácil y satisfactorio el simple hecho de vivir por vivir, de que la única preocupación sea el próximo programa en la televisión, el cual me saque una sonrisa intrascendente por un rato y me deje en blanco hasta la próxima propaganda.
Es decir, ¿con qué fin escribir todo esto?, si seguramente no llegue a ninguna conclusión importante ni demasiado iluminada. Apenas levante los ojos del texto, tanto quien escribe como quien lee seguirá su vida de forma normal, como si nunca hubiera posado sus ojos acá. ¿Para qué hacerse problema con este texto o con cualquier otro, para qué leer pensamientos divagantes de autores que utilizan palabras rebuscadas y que no llegan a conclusiones muy seguido, cuando podría estar comprando ropa, comiendo una cajita feliz o simplemente mirando el techo?

“Ahora bien, conmigo se da el caso, por desgracia, de que yo no soporto con facilidad precisamente esta semisatisfacción, que al poco tiempo me resulta intolerablemente odiosa y repugnante, y tengo que refugiarme desesperado en otras temperaturas, a ser posible por la senda de los placeres y también por necesidad por el camino de los dolores.”

Y ahí es cuando uno lo entiende.

Entiende lo enfermo que subyace en lo normal y lo necesario que subyace en lo incorrecto, lo impropio, lo inadecuado. ¿Con qué fin acumular días casi sin diferencias, hasta qué punto se puede controlar el rechazo a lo mediocre?
Vivir por vivir, si, pero no para mantenerse en lo mismo, conservar un solo eje, sino para multiplicarlo y llevar cada uno de ellos al límite.

El hombre, como tal, naturalmente tiene una cierta necesidad de hallar lo perverso, lo violento; disfruta en parte de ese dolor que indica que hace mucho que algo no anda bien porque sabe que es una ventana hacia algo prohibido, no aceptado, algo que obligadamente saca de la letanía de los días repetidos e iguales.

Pero nada es tan simple ni tan plano.

Hagamos un segundo ejercicio: tome conciencia de usted mismo, y, por un instante, finja que es otra persona. Contémplese desde afuera, mire su ropa, sus zapatos, sus gestos, su postura. Ahora, yendo un poco mas allá, contemple sus pensamientos, déjelos fluir. La parte más importante del ejercicio: no reprima nada.
Probablemente, pasen por su cabeza más cosas de las que cree que deberían pasar.

“Pues, a nuestro lobo estepario le ocurría, como a todos los seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento, vivía naturalmente unas veces como lobo, otras como hombre; pero que cuando era lobo, el hombre en su interior estaba siempre en acecho, observando, enjuiciando y criticando, y en las épocas en que era hombre, el lobo hacía otro tanto.”

La eterna lucha del hombre. Es el lobo estepario de Hesse, en este caso, pero no es algo que surja con él. Es uno de los conflictos más grandes y más conocidos, es lo que define al humano como tal. Si bien somos un conjunto de facetas donde es imposible determinar orígenes o justificaciones para cada uno de nuestros actos o pensamientos, para nuestra forma de ser, se pueden ver, a grandes rasgos, dos grandes sectores: lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, el humano y la bestia. Hay muchas tonalidades de grises, el humano y la bestia conviven confortablemente en uno la mayor parte del tiempo, pero eso no niega los extremos, los límites, el blanco y el negro.

De esta manera reconocía y afirmaba siempre con una mitad de su ser y de su actividad, lo que con la otra mitad negaba y combatía”

¿Qué se puede hacer al respecto? Si uno se encuentra, en este momento, ya sea escribiendo o leyendo esto, no se puede negar una búsqueda que, si bien es algo así como una bendición que nos separa del animal, también es el castigo que nos amarra, que siempre está juzgando y recordando los límites. Y esta fuerte presencia del hombre es lo que confirma y fortalece a la bestia. El hombre vive para la bestia y la bestia para el hombre, los extremos siempre terminan siendo funcionales. El punto es cómo hacer para vivir dentro de un entorno que genera alienación en uno, donde una parte de sí acepta las reglas del juego, pero la otra parte la rechaza completamente. Cómo hacer para no sentirse tan ajeno al mundo cuando la bestia se vuelve a despertar.

Y, en efecto, si el mundo tiene razón,  si esta música de los cafés, estas diversiones en masa, estos hombres americanos contentos con tan poco tienen razón, entonces soy yo el que no la tiene, entonces es verdad que estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario que tantas veces me he llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es extraño e incomprensible, que ya no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni su alimento.”



Te diría que abandones,
que no tiene sentido esta letanía deprimente
pero, mi vida,
¿cómo seguir sin vos?
Vení conmigo,
te quiero arrastrar al sitio en el que llegas a comprender mi dolor,
¿acaso es mucho pedir que me dejes volcar todo esto entre tus dedos?
¿o es que no querés quedarte un rato más y prestarme tus manos?
Vení,
esto, te prometo, va a ser un éxtasis infinito,
cariño, vamos a alimentarnos del otro
masticando cada sentimiento ajeno
hasta sentir la sobredosis inminente,
vamos a vivir casi mecánicamente,
vamos, de vez en cuando a mirarnos
pero jamás a sentirnos,
vení conmigo, mi amor,
te prometo, entre tanta carne desgarrada,
un rayo azul de luna, de ésos que sólo hay en otoño.




Let's do it, let's fall in love




Cole Porter suena igual que como sonaba en mi cabeza ese día,
la libertad de ser nada,
que no importe este gusto por la angustia existencial perpetua porque no existe,
porque no puede.
Ni el frío, ni el tiempo, ni mis manos agarrando tus pupilas.
Y sin decir nada, en una piedra, mientras dejabas volar tu espalda,
te conté mi dolor, fue tanto dolor mezclándose con la sombra de las flores
de ese día
tan perfecto
que ya no fue dolor.
Juguemos a que tenemos cinco años.
Yo puedo esconderme entre tus pies
mientras saltas tanto que te sentís gigante, imponente,
y nada puede herirnos ni hacernos mal.
Pero después ese dulce arroyo que nos guía
a continuar entre estos grises días que se suceden.
El estallido de vidrios al volver al adoquín.
Nos había gustado el color del mundo con esa pantalla,
comenzamos tiñendo nuestros ojos
para despertar al día siguiente
y entender que ni el mundo ni los ojos eran los mismos,
que siempre seria extraño entre estas paredes,
aquel que no se deje absorber por la niebla.
Juguemos a que tenemos cinco años,
vos podes dibujarme en la pared
mientras yo descubro el castillo escondido en unas frazadas.
No nos preocupemos más.
Nuestras mejillas aun reflejan el brillo de aquel viento.
Juguemos a que tenemos cinco años.
Después, no va a haber nada tan lejano.












Hasta acá llego:
este es el punto donde todo se desintegra,
se desmorona, se desarma y continúa.
Me cansé de mi cansancio,
vivir la vida cual si fuera apenas un sueño
mientras duermo con los ojos abiertos
es una traición a mi cabeza.
Supongamos que tampoco tengo un puerto al que arribar,
es verdad,
carezco tanto de dirección como de sentido.
Pero, ¿cómo hacer que mis pies
encuentren su rumbo en caminos tan colmados de huellas?
No me hablen. No me toquen.
No intenten conocerme, por dios.
Mientras espero al vacío y al abismo
quiero recorrer estos puentes sola,
quizás ebria de tanta sensación.


Rescate




Las piernas tiemblan.
¡Oh, vida, no me dejes revolcarme en esta satisfacción,
no me dejes pretender mas de lo que merezco!
No debo mirar hacia arriba:
enterrame en la noche pura de la angustia entre los huesos.
No me dejes sonreir, no me dejes comer,
no me des mas que el vacio mismo.
Y me veo girar entre zapatos, uñas, aros,
vestidos, horarios, tiempo,
sonriendo en este rostro tan ajeno.
Cariño, despellejame las risas hasta que sangren mis palmas.
Las piernas tiemblan.
Lunes a viernes, sol tras sol,
y vos como estas?, me alegro muchisimo, no te preocupes, todo va a ir bien, soy un individuo sumamente feliz, independiente, mi autoestima vuela y mis pies bailan, me encanta pasar tiempo con ustedes, son realmente interesantes, te dije que todo va a mejorar, la vida es linda, despreocupate.
Vida, no me lo permitas.
Arrancame la mirada de las estrellas
y recordame donde fue que me quebraron,
invadime, cortame, ahogame,
viola con tu carne podrida mis vestiditos de muñeca.
Las piernas tiemblan.
Quizas cuando todo termine de derrumbarse
creca una verdadera flor en mi pupila.
Amor, te lo ruego,
mutilame hasta hacerme hermosa.






Me desgarraron los veinte poemas.
Me quedé solamente
con una canción desesperada,
pero mis dientes no querían dejarla pasar.

Delimité espacios a lo largo de mi cuerpo,
creé una imagen “apta para todo público”,
e incluso llegué a guardar ideas en inalcanzables arcas.
Anduve vagando por cornisas
tambaleándome al borde de los abismos
con los pies lastimados (pero sin sangre),
con la desesperación resistiendo adentro,
mientras lo único que impulsaba a seguir mi mortuorio paseo
era la posibilidad de elegir la caída.

No se puede estar así.
Es decir,
no se debería poder estar así,
con días alargados en la nada
donde sólo importan el filtro del café,
no quedarse sin cigarrillos
y alguna película en blanco y negro.

Qué ironía,
está todo tan estancado,
hay tanto olor a podrido en mis ojos…
Pero está ese remolino,
esa vorágine de oscuridad
que atrae, que seduce,
que hace chirriar los dientes de tanto apretarlos
para mantenerse inmóvil en el precipicio.




M.




Increíble mi capacidad de recaer en este torbellino
sabiendo lo incierta que es su naturaleza,
el manto irreal que lo cubre.
El momento en si lo vale, diras,
pero el hueco que luego debe ser llenado es solamente mio,
No vas a estar aca cuando me abandones en esta danza,
cuando te abandone, cuando te abandones,
cuando me abandone a la falta de planes, de rutina,
de temblores, de sol, de compañía, de sentimientos y acaso de sentido.
Pero me resulta inevitable buscarte sabiendo que lo esperás,
invitarte a invadir un espacio que no es tuyo,
que fue invadido tantas veces que ya ni a mi me pertenece.
La vie en rose, querido,
odio el bienestar que me generas,
la sonrisa que me sacas incluso frente a una fria pantalla.
Y eso que no me deseas en la forma en que yo te deseo,
deseas solamente ese fantasma que no es mas que mi cubierta,
you look like rain soy yo en tu mundo,
desde tu perspectiva ignorante de mis tormentas, mis cambios y mis abismos.
Habra que dejar que esta brisa me bañe los ojos,
no se realmente hasta que punto ya es abortable este itinerario.
Condenada, obligada por mi misma a convertirte en el centro de este remolino
donde los colores mas brillantes son opacados por la alerta de un llanto ocre.
Insisto, habra que dejar que estos vientos me arrastren,
habra que dejar que estos pensamientos se vayan,
o se alejen, por lo menos hasta la mañana.


Desayuno




Y de repente uno se observa a si mismo: leyendo a Ciorán, escuchando a Fiona Apple cantando que esto no es acerca del amor. Si, uno se siente mal por existir. El hecho ya de levantarse de la cama a la mañana conlleva una angustia tal que no es posible tolerar el resto del día sin que se pase la idea del suicidio por lo menos una vez por la cabeza. Ahora bien, hay momentos en los que uno es feliz, es decir, “feliz”. Menos triste, en todo caso. Aunque no se si triste será la palabra… menos desdichado, menos conciente de la agonía que es vivir, de la hipocresía de la gente, de la falta de sentido del mundo y de la banalidad subyacente en absolutamente todo elemento. Si, uno tiene momentos en los que se olvida de estas cosas. Hasta que piensa que no tiene sentido ser así, ¿Por qué reírse cuando la vida misma es agonía tras agonía, cuando no queda otra que subsistir aquí, pero teniendo siempre en cuenta esa salida fácil, el cese de todo dolor y desesperanza? ¿Por qué seguir viviendo cuando lo único que impulsa hacia delante es la idea de dejar de vivir? Definitivamente no me gusta levantarme a la mañana, siento un terrible vacío al prepararme para el resto del día, para el “futuro”, para un porvenir vacío y mediocre. Años atrás pensaba que sería una música reconocida, una escritora importante, o por lo menos que tendría una actividad que me diera de comer y me dé una cierta satisfacción. Hoy en día no veo nada en mi futuro, los días a venir no son más que la repetición incesante de un vacío tan oscuro y opresivo que realmente, no quiero levantarme hoy de la cama para ayudar a construir eso. 

Septiembre, 2010 


Desde la ventana




Lo único que quería
era un poco mas de brisa.
Está toda mi vida en mi propia espalda.
Veo la tormenta en el patio,
las nubes oscuras cargadas de suelo y sudor
arremolinadas por esas ráfagas frías y solitarias,
los árboles, los débiles árboles
se dejan a merced del blanco e impío viento,
y las casas se ven tan tristes y tan ajenas desde mi lugar,
y, por dios! no hablemos de los campos llenos de frutos inalcanzables.
La madera rechina.
Los vidrios flojos golpean.
Siempre alabé la vuelta de página,
ahora que no se lo que estoy haciendo y no puedo detenerme a pensar,
tengo mis manos contra los vidrios, la madera cede,
las persianas golpean pidiendo permiso para traer ese cielo revoltoso
de este lado de la ventana,
las manos sangran,
los pies se resbalan en el suelo próximo a evaporarse,
siempre pedí un poco mas de brisa, pero, esta tormenta?
Nunca pedí todo esto.
Mis manos están cansadas.
Nunca pedí esto, o quizás esto es todo lo que hay del otro lado,
o la tormenta sea pasajera,
o tal vez algo de fe podría hacerme bien.


Excusa #1

Siempre subestimé al resto del mundo. Es raro, dada mi falta de autoestima. De todas formas, supongo que hice este blog con algún fin, sospecho que quería comunicarles algo (si, nunca entiendo muy bien que quiero hacer, lo que respecta a mi siempre son sospechas). El punto es que no se qué podría comunicar. O si es que quería comunicar algo. No se si pueda, incluso. Tal vez el fin sea comunicar que no se qué decir, ni cómo. Pero la idea es decir algo. La vida pasa muy lentamente cuando todo lo que uno hace es mirar el techo...